Cuando yo era niña la mejor época del año era el verano. Y lo era por muchas razones, levantarme tarde, acostarme allá para las once de la noche, jugar todo el día y tener unas grandes dosis de libertad.
Los mayores se amodorraban tras la comida y una vez ganada la batalla de no tener que dormir la siesta, desde las 14.30 hasta las 17.00 horas, tenía toda la casa y la huerta para explorar. Ustedes ni se imaginan la de rincones interesantes que puede tener una casa de campo y una extensa huerta.
Siempre me ha gustado "estar en Babia", incluso hasta cuando estuve en Babia me encontraba en mi salsa, y eso era lo que hacía, según el criterio de los mayores, en esas horas "muertas" de las siestas de verano.
La huerta donde yo pasé, sin duda, los mejores años de mi vida, estaba en las Vegas Bajas del Guadiana, un lugar privilegiado para que la tierra diera frutos... y frutas. Y en ella entre los muchos árboles frutales, tras las higueras, mis favoritos eran dos enormes albaricoqueros, que en estos días de Julio además de una sombra tupida y fresca, ofrecían unos frutos quisimos, que eso sí, me soltaban la barriga, como tantos otros, con el desespero de mi madre que para paliar tan drásticos efectos, me daba una cucharadita de un líquido blanco y dulce que estaba muy rico y que por ensalmo me cortaba la desagradable colitis. De aquella medicina mi madre debía tener quintales porque, con la curiosidad de probar gran cantidad de las yerbas del campo para comprobar a qué sabían, mis colitis eran frecuentes.
¿a que tiene pinta apetitosa? (foto de la red) |
Claro que los árboles tenían muchas posibilidades, subirse a ellos, "cazar" la fruta, buscar pájaros.... y los albaricoqueros uno muy tranquilizante que era sentarme y apoyar la espalda en su tronco y observar....
En un pié parecido me pasé muchas horas de la siesta "en babia" (foto de la red) |
observar el paso del agua por el canal, a las vacas rumiar eternamente como si estuvieran comiendo chicle, el vuelo de alguna avispa (con tanta observación aprendí que la mejor forma de que una avispa no te pique es quedarte quieta como piedra), a las moscas, las hormigas, las palomas, las golondrinas... y examinar concienzudamente las "lágrimas" y "pelotitas" que le salían al albarillero en alguna parte de su tronco. Era un líquido espeso pegagoso, translúcido, ambarino o color caramelo e insípido. Cuando pregunté qué era aquello me dijeron que era "resina"... conocer ese nombre no me sirvió de mucho, a mi me seguía provocando la misma curiosidad.
Gota de resina que cura la pequeña herida de la rama de un cerezo, gota muy similar a las que yo veía en la corteza de los albaricoquros. (foto de la red) |
Tras aquellas "lágrimas" y "pelotitas", pensaba yo, debía haber alguna historia que hacía llorar al árbol... y mi mente se llenaba de interrogantes sin respuestas.
Eran dos gigantones de copa ancha y redonda que cambiaba de aspecto según fuera primavera, cubierto de preciosas flores blancas rosadas, en verano estaban de un verde precioso, con hojas redonditas, muy finas y terminadas en pico, destaca en el verde los redondos amarillos - anaranjados y rojizos albarillos, para en otoño colorearlo todo de hojas que pasaban el amarillo al rojo para terminar del color de la tierra.
Un pronus armeniaca en flor. Así de bonitos se ponían mis albarilleros en primavera. (foto de la red) |
Y no menos preciosos estaban los albaricoqueros vestidos de otoño. (foto de la red) |
PRONUS ARMENIACA
Rama de albaricoquero cuajada de drupas. (fotos de la red) |
A partir del carnoso y dulce fruto se puede fabricar mermelada y conservantes. Quienes introdujeron al albaricoquero por éstas tierras hispanas fueron los romanos allá por año 70 a. de C. Luego los colonizadores europeos lo llevaron a América. Hoy por hoy, el mayor productor de albaricoques es Turquía.
Tarro de mermelada de albarillos. (foto de la red) |
El hecho de utilizarlo como conservante, ahora puede sonar exótico, pero el frigorífico apenas tiene cien años de existencia y antes los alimentos se conservaban con sal, aceite, mantecas, miel y mermeladas. Anotemos que igual dentro de poco tendremos que volver los ojos a esos productos para conservar.
¡Difícil resistir la tentación de comérselos todos! (foto de la red) |
Así son las hojas del albarillo (foto de la red) |
GOMOSIS
Este árbol tiene problemas, segrega mucha resina. (foto de la red) |
Albaricoqueros, cerezos, melocotoneros... a veces salen de su tronco y ramas resina que se detienen en forma de lágrimas. bolas o películas sobre una superficie más o menos grande. Si la aparición de ésta manifestación resinosa es muy abundante hay que preocuparse y mucho porque son síntoma de que el árbol sufre un estrés peligroso. Se llama gomosis a ese exceso de producción de resina.
Es decir "mis" arboles puntualmente, tuvieron alguna herida o algún susto que les llevó a producir resina para curarse. Los árboles tienen la cualidad de curarse, claro si el ataque no es mortal.
LA ENERGÍA DE LOS ÁRBOLES
Hagan la prueba, es fácil. Caminen una hora al lado de una autovía, o calle, o avenida en hora punta, coches a porrillo en los dos sentidos. Y caminen una hora al lado de árboles, cuanto más grandes mejor, cuanto más lejos de la ciudad mejor. Estén atentos a sí mismos (espero que sepan estar atentos a sí mismos, eso es importante claro) comprobarán lo que ocurre.
Aunque yo con 8, 9 o 10 años no tenía idea de iones negativos y la influencia que tenían en mi, ni del poder energético de los árboles, ni de su capacidad para purificar el aire, percibí sus efectos.
Esa ionización que hacen los árboles a nosotros nos reportas "menudencias" como:
Actúar como purificadores del ambiente.
Los iones negativos influyen sobre la serotonina, hormona que atenúa los estados de estrés, cansancio..
Eliminan los radicales libres del aire.
Contrarresta la actuación destructiva de los iones positivos
Podrían ser mis manos abrazándo albaricoques, pero no lo son. (foto de la red) |
Por ello la cercanía a los árboles nos carga de energía dándonos el potencial suficiente para relajarnos y fortalecernos, y es por esa razón, por esa gran razón, que por puro instinto me sentía bien unida al albaricoquero, espalda con tronco, tocándolo... y es por esa gran razón que hoy por hoy hay un montón de personas que abrazan a los árboles. A diferencia de lo que ocurre cuando abrazamos a las personas, si abrazamos a los árboles siempre saldremos cargados de energía, fortalecidos... en cambio a veces abrazando a según qué personas, notamos que se ha llevado parte de nuestra energía.
Abrazar los árboles. (foto de la red) |
Para otra entrada dejo profundizar en ésta efectiva unión que se puede tener con los árboles, que practican culturas ancestrales, milenarias, sabias, a las que vamos dejando de mirar con ojos prejuiciosos.